Muchos pensamos en aquellos estudiantes que valiente y admirablemente trabajan para ayudarse en su progreso... pero ¿qué hay de aquellas personas que por falta de oportunidades no pueden estudiar y tienen que trabajar, pasando sus aprendizajes académicos a segundo plano? Pues bien, la siguiente es la historia de Rita, una mujer de Coromoro, un pueblo de Santander.
Ella estudió hasta quinto primaria en una escuela de su lugar natal; y desde esa época hasta ahora, tiene 26 años, no había podido volver a un aula de clase. Para su infortunio ya ha pasado mucho tiempo y no puede comenzar desde cero... y ahora sólo puede pensar en trabajar para sus dos hijos. Sin embargo, para ella nunca es tarde y ha decidido estudiar para buscar un mejor porvenir... ha decidido validar porque, según ella, necesita el cartón de bachiller. Ahora, ha comenzado a estudiar cada domingo en un colegio semestralizado de aquí, de Bucaramanga. Por tanto, trabaja de lunes a sábado y estudia cada ocho días.
Hablando con ella una tarde, me doy cuenta de su desencanto con este sistema educativo, se queja de la profesora, de la calidad académica y de la exigencia para con las personas que son como ella, que vienen del campo y que hace mucho tiempo no tienen relación con temas de estudio... es impotente oírla hablar tan desencantada del estudio, dice que no entiende nada, que nada se le graba; incluso me dijo: "Señora Álix, es que yo quería preguntarle algo" y yo "Claro Rita, dígame" y me sorprendió al preguntarme: ¿vusté sabe si vendan algún remedio para la cabeza, es que nada nada se me grava...? y yo la miré y le dije: mire Rita, para que se le grave algo no hay ningún remedio de droguería, la idea no es que usted mecanice todo al pie de la letra cuando estudia, de memoria y sin comprender. La idea es que usted entienda cómo se hace o cómo es lo que le enseñan para que así, al analizar el cómo, se va a acuerde con mayor facilidad. Y, ella: "jummm, pero eso es más difícil". Entonces, le dije que de todos modos, repasara algo de lo que le enseñaban todos los días, que leyera así fuera media hora. Y decidí tratar de ayudarle en lo que fuera posible.
En fin... recuerdo que estaba súper preocupada porque vio dos clases de biología y de matemáticas y ya tendría un examen de la fotosíntesis y de la recta numérica; temas que no comprendía. Sólo pensaba en que iba a perder la platica... lo que no pensaba es que a ese tipo de instituciones educativas no les interesa la persona como estudiante, sino como cliente... qué triste.
Es increíble la falta de ética que manejan estos establecimientos. Ni siquiera se toman la tarea de hacer un análisis de cómo se encuentran los estudiantes, para partir de sus saberes y así complementarles sus aprendizajes. Lo peor de todo es que, en algunas ocasiones, según la protagonista de esta historia, hay una solo profesora para dos salones, lo que hace que la clase sea interrumpida en ocasiones mientras la maestra corre de un lado a otro. ¿A dónde se llegara con esta falta de valor educativo? y mientras tanto, ellos se aprovechan de la necesidad que tienen personas como Rita para tratar de ofrecerles algo mejor a sus retoños; mientras que hayan clientes para ello... el negocito no se acabará, cobrarán dinero por un título de bachiller que no es justificado académicamente y, además, las personas no desarrollarán sus verdaderas capacidades con ayuda de profesionales. ¡Bonita la cosa!
Álix Martínez.
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